miércoles, 6 de mayo de 2015

Antecedentes

México ante el nuevo orden económico Mundial

Antecedentes

Con esta expresión se designa la reformulación del sistema internacional financiero, monetario, crediticio, cambiario y comercial que surge de determinados acontecimientos políticos y económicos de escala regional o global y de la correlación de fuerzas entre los Estados hegemónicos.
Al concluir la primera y la segunda guerras mundiales emergieron sendos órdenes económicos internacionales impuestos por las potencias vencedoras para proteger sus intereses políticos, geopolíticos, económicos, geoeconómicos y militares.
Después de la segunda conflagración mundial, a partir de la Conferencia Monetaria y Financiera convocada por las Naciones Unidas en Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos de América, en julio de 1944, emergió un nuevo orden económico internacional de carácter bipolar que imperó en el mundo por más de cuatro décadas hasta la implosión de la Unión Soviética y la terminación de la guerra fría a finales de los años 80 del siglo XX.
El sistema se caracterizó por una doble bipolaridad: la bipolaridad horizontal norteamericano-soviética y la bipolaridad vertical norte-sur. La creación del sistema —con sus instituciones, principios, normas y usanzas— obedeció a las circunstancias internacionales prevalecientes en la segunda postguerra y se desenvolvió al ritmo de las vicisitudes de la guerra fría.
Pero cuando ésta terminó y advinieron nuevas condiciones en el mundo, el orden económico internacional nacido y formado en la segunda postguerra quedó desactualizado y fue reemplazado por un nuevo orden internacional, de carácter unipolar, impulsado por la potencia vencedora de la guerra fría.
Parte fundamental del viejo orden fueron los organismos financieros, monetarios, crediticios y comerciales nacidos a mediados del siglo XX en Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) —llamado también Banco Mundial—, creados en la Conferencia Monetaria y Financiera celebrada por las Naciones Unidas en julio de 1944, y el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT) instituido en 1948.
En conformidad con el nuevo orden de cosas que surgió a raíz del fin de la guerra fría, el GATT fue reemplazado en la conferencia celebrada en la ciudad de Marrakech, Marruecos, en abril de 1994, por la Organización Mundial del Comercio (OMC), que entró a regir a partir del 1 de enero de 1995 y que respondió al nuevo orden económico internacional de la postguerra fría, acaudillado por los Estados Unidos de América. La renovada organización mercantil internacional está compuesta por un Consejo General y por tres consejos especiales: uno de comercio de mercancías, otro de comercio de servicios y otro de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio internacional. Los propósitos para los que fue creada son, entre otros, los de alcanzar la reducción sustancial de los aranceles aduaneros, el abatimiento de los obstáculos al comercio internacional y la eliminación del trato discriminatorio en las relaciones comerciales.
Las llamadas “instituciones de Bretton Woods” han debido también modificar sus prioridades y procedimientos, con miras a las nuevas circunstancias mundiales.
En la medida en que tiene incidencia económica, también forma parte del contexto general del nuevo orden económico y político internacional la reciente doctrina de la >seguridad nacional formulada por el gobierno norteamericano a raíz de los atentados terroristas islámicos del 11 de septiembre del 2001 contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York y el Pentágono de Washington, que dejaron 3.248 muertos e incuantificables daños materiales. El hecho de que aviones comerciales con centenares de pasajeros a bordo fueran utilizados como misiles contra objetivos civiles traumatizó a la sociedad norteamericana. El gobierno de George W. Bush formuló una nueva doctrina de la seguridad nacional de los Estados Unidos —destinada a reemplazar a la que rigió durante la <guerra fría—, que se plasmó en el documento“The National Security Strategy of the United States of America”, expedido por la Casa Blanca el 17 de septiembre de 2002, que resumió los objetivos y las prioridades de la seguridad norteamericana para el nuevo siglo, cuyos elementos fundamentales eran elunilateralismo y la anticipación en la lucha contra el terrorismo global. A partir de ese momento los Estados Unidos se desligaron de su obligación de consultar con otros Estados o con las instancias de la comunidad internacional para tomar iniciativas tempranas contra el enemigo suicida, invisible y ubicuo, dotado de ingentes recursos financieros y tecnológicos, que había hecho su ingreso a la historia. Los conceptos demultilateralismo y contención de la guerra fría fueron sustituidos por los deunilateralismo y acción preventiva en el ejercicio de la legítima defensa. Los objetivos estratégicos de los Estados Unidos fueron colocados por encima de la ley internacional. Y la Unión Europea siguió por el mismo sendero. Aprobó su propia doctrina de seguridad a espaldas de la comunidad internacional y en términos de autonomía respecto a los Estados Unidos y creó una fuerza de reacción rápida de 60 mil efectivos para actuar en casos de contingencia contra “Estados irresponsables” que protejan o promuevan el terrorismo sin fronteras.
El multilateralismo, que fue un alto valor de la segunda postguerra y que tantos y buenos servicios prestó a la humanidad durante la confrontación Este-Oeste, entró en una severa crisis dentro del nuevo orden político y económico internacional. Y las Naciones Unidas, llamadas a instrumentarlo, fueron también invadidas por una terrible crisis existencial. La propia Secretaria de Defensa del gobierno norteamericano, Condoleeza Rice, acusó por esos días públicamente a la Asamblea General de estar integrada por una alta mayoría de Estados cuyos gobiernos carecían de credenciales democráticas.
En cuanto a la polaridad norte-sur, los países meridionales desde hace varias décadas vienen luchando perseverantemente para lograr una modificación fundamental del sistema internacional de la postguerra y, después, contra el de la postguerra fría, ya que ni el orden bipolar ni el orden unipolar han sido compatibles con sus intereses vitales: el primero por la hegemonía política y económica de las dos grandes potencias y, el segundo, por la dominación sin contrapesos de la potencia triunfadora en la confrontación Este-Oeste.
El llamado diálogo <norte-sur, que se inició en 1974 pero que sufrió maniobras dilatorias de los países industrializados y que finalmente se interrumpió después de la reunión de la UNCTAD V en Manila a fines de los años 70, tuvo este propósito. La idea fue reemplazar el viejo orden económico internacional bipolar por un nuevo orden que hiciera justicia a los países pobres, les diera una equitativa participación en el ingreso mundial y les permitiera compartir los beneficios del progreso.
Pero el diálogo norte-sur no pudo reanudarse a pesar de los renovados argumentos presentados por los países del tercer mundo en la UNCTAD VI de Belgrado en 1983 —o talvez precisamente por la fuerza de ellos—, que sostuvieron que la reactivación del desarrollo del sur es esencial para la recuperación de la economía mundial y para la propia convalecencia de las economías de los países industriales, aparte de las consideraciones ecológicas que hoy son tan importantes.
La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en 1974, a instancias de los países pobres, el programa de acción para el establecimiento del nuevo orden económico internacional y reconoció, por primera vez, que la injusticia económica entre los Estados constituye una amenaza para la paz y la seguridad en el mundo.
Este programa, por supuesto, no tiene valor vinculante para los Estados pero sí una gran importancia moral.
Sobre el tema se trató en la Conferencia de Cooperación Económica Internacionalde París en 1977, en las reuniones de la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development) de Nairobi en 1976, de Manila en 1979 y de Belgrado en 1983, en el GATT en 1979, en la Conferencia sobre Recusos Naturales celebrada en Nairobi en 1981, en la Conferencia sobre los Países Menos Avanzados de Paris en el mismo año y en la cumbre de Cancún, México, los días 22 y 23 de octubre de 1981 con la asistencia de veintidós jefes de Estado y de gobierno.
Lamentablemente, el tratamiento del tema fue excesivamente retórico y muy poco concreto. Imperaron siempre las reticencias de los países desarrollados a sustituir el viejo orden que, al decir del propio secretario general de las Naciones Unidas de aquel tiempo, Kurt Waldhein, no solamente que era “de lo más inadecuado en relación con las necesidades de la comunidad mundial” sino que incluso, con respecto a la acusación que se le formulaba de que funcionaba en favor de los países ricos y contra los pobres, “en el momento presente ni siquiera puede afirmarse ya que funcione bien para los ricos”.
Hoy, en el marco de las condiciones políticas y económicas internacionales surgidas a partir de la terminación de la guerra fría, en medio de la fiebre aperturista y liberalizante, la necesidad de modificar el orden económico internacional está virtualmente olvidada. Nadie habla de ella. Todo conspira contra la implantación de un nuevo sistema de relaciones económicas entre los Estados y apuntala el orden económico unipolar de la postguerra fría.
Pero pienso que, a pesar de los silencios y de los retrocesos, el propósito de modificar el orden económico internacional en beneficio de los países pobres debe mantenerse en pie. Hoy más que siempre es imprescindible revertir el flujo de recursos financieros del sur hacia el norte, buscar una solución a la carga de la deuda externa de los países pobres, combatir la pobreza como uno de los arbitrios para el afianzamiento de la paz y la defensa del medio ambiente, establecer mecanismos internacionales independientes a fin de evaluar las necesidades de los países subdesarrollados, formular nuevos indicadores para medir sus realidades económicas y sociales, abatir las barreras proteccionistas que afectan a las exportaciones del tercer mundo, estabilizar los precios internacionales de sus productos primarios, crear sistemas de protección —mediante disposiciones de contingencia en los acuerdos internacionales— que defiendan a las economías periféricas de la fluctuación de los tipos de interés y de cambio internacionales, y adoptar otras medidas para la prevención de las diversas eventualidades económicas y financieras dañosas que amagan a los países pequeños.
La reforma del sistema financiero internacional es un imperativo para promover la transferencia de los recursos del norte que son indispensables para el desarrollo del sur. Tal como están las cosas, no es posible el desarrollo sin la cooperación financiera internacional. Los países del sur requieren importantes volúmenes de capital externo para financiar su desarrollo.
Y un tema de vital importancia en esta reorganización es la transferencia tecnológica. Bien sabemos que no hay desarrollo posible sin el aporte de la >tecnología. Pero ella pertenece a los países del norte y está protegida por un sistema de marcas de fábrica, nombres comerciales, patentes y derechos de autor que se torna cada vez más riguroso. Los países del sur, compradores de tecnología, carecen por lo general de la capacidad necesaria para obtener condiciones equitativas en esa negociación. El resultado es el dominio y la explotación de los vendedores de tecnología. De donde nace la necesidad de alcanzar, como parte de la reorganización del sistema, una flexibilización del mercado del conocimiento tecnológicio que permita a los países meridionales acceder a él y utilizarlo para su desarrollo.
Todo esto forma parte de lo que se denomina el nuevo orden económico internacional (NOEI).



Globalización y bloques económicos


La globalización económica ha tenido efectos en todos los rincones del planeta, marcando desigualdades donde es observable la presencia de la tríada del poder: Estados Unidos, Japón y Europa, se identifican tres momentos en el que se desarrolla la globalización entendida como se presenta hoy: a) 1895 y 1914 la cual constituyo la edad de oro respecto del comercio y las invenciones a nivel mundial, se desarrolló de fines del siglo XIX hasta la primera guerra mundial, caracterizándose por un fuerte crecimiento económico y de la inversión foránea, b) La segunda etapa inicia en los años 50´s y se prolonga durante toda la década siguiente hasta concluir en la década de los 60´s , con un bajo crecimiento en la productividad y el estancamiento de los Estados Unidos y Europa, fue un período de rápido crecimiento comercial y gran inversión extranjera directa (IED), y c) La tercera y actual etapa, inicia durante los 80´s y se distingue de su predecesora por (Kuri, 2007):
• El papel de la nueva tecnología
• La aparición de empresas globales
• La mayor internacionalización de los mercados financieros
• La desregulación de los países miembros de la OCDE
• La apertura de países no miembros de la OCDE
• La organización flexible en la producción
En esta etapa del capitalismo se ha observado un crecimiento del comercio internacional y presencia fuerte de un creciente número de empresas multinacionales. La movilización del capital financiero ha generado dinámicas en las regiones económicas a las que la mayoría de los países en desarrollo aspiran incorporarse aunque los costos pagados por ello son altos, se manifiestan en ajustes internos que han propiciado la presencia voraz del capital extranjero y apertura comercial indiscriminada que a la postre se refleja en resultados desventajosos.
Sin embargo, su inserción en la dinámica global obliga a los países a participar de la competencia en los mercados y por tanto de identificar su integración a grupos de países o bloques económicos que fortalezcan las posturas competitivas.
La integración en bloques económicos se desarrolló a partir de las pautas marcadas por las economías hegemónicas, siendo los más sobresalientes: Norteamérica con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la Unión Europea (UE) y la Región Asiática del Pacífico (ASEAN).
Los principios de integración son diferentes en cada caso, por una lado, la Unión Europea que tiene una visión integrativa, en sus orígenes reivindica los derechos sociales como fundamentales, abogando por la reducción de las disparidades regionales y aspirando a una integración paulatina y con poderes institucionales acotados pero dinámicamente cambiantes.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte tiene otro concepto de integración, se supedita a la aplicación dogmática de los preceptos y lineamientos del Consenso de Washington, donde prevalecen los principios neoliberales y las reglas del mercado son las que dominan.
La integración de la región asiática se ha llevado a cabo bajo lineamientos donde se toma en cuenta las características propias de cada uno de los países que conforman la región, utilizando principios alejados al Consenso de Washington.
En la integración internacional se observan diferencias en los modelos utilizados, en la concepción del modelo europeo se puede apreciar una verdadera integración, al contemplar las asimetrías entre países y la búsqueda por reducirlas a través de mecanismos que han venido instrumentando para lograr la convergencia del desarrollo entre las naciones miembro.

Tratado de libre comercio


El Tratado de Libre Comercio, es un conjunto de reglas que los países acuerdan para vender y comprar productos y servicios en América del Norte.
Se llama "zona de libre comercio", porque las reglas que se disponen definen cómo y cuándo  se eliminarán  las barreras arancelarias para conseguir el libre paso de los productos y servicios entre las naciones participantes; esto es, cómo y cuándo se eliminarán los permisos, las cuotas y las licencias, y particularmente las tarifas y los aranceles, siendo éste uno de los principales objetivos del Tratado. Además el TLC propugna la existencia de "condiciones de justa competencia" entre las naciones participantes y ofrece no sólo proteger sino también velar por el cumplimiento de los derechos de propiedad intelectual.
El TLC se basa en principios fundamentales de transparencia, tratamiento nacional y de tratamiento como nación más favorecida, todo ello representa un compromiso firme para la facilidad del movimiento de los bienes y servicios a través de las fronteras, ofrecer la protección y vigilancia adecuadas que garanticen el cumplimiento efectivo de los derechos de propiedad intelectual; adoptar los procedimientos internos efectivos que permitan la aplicación e implementación del Tratado, establecer una regla de interpretación que exija la aplicación del TLC entre sus miembros y según los principios del derecho internacional.
El TLC permite que cualquier país o grupo de países trate de incorporarse a él, en los términos y condiciones convenidos por la Comisión de Libre Comercio según los procedimientos nacionales de aprobación de cada país. Todo país puede declarar que el Tratado no se aplicará entre ese país y cualquier solicitante. El Tratado prevé que la Comisión establecerá los términos y condiciones de aceptación de cualquier solicitante. La comisión opera según una regla del consenso.
¿PARA QUÉ SIRVE?
Los Tratados de Libre Comercio son importantes pues se constituyen en un medio eficaz para garantizar el acceso de nuestros productos a los mercados externos, de una forma más fácil y sin barreras. Además, permiten que aumente la comercialización de productos nacionales, se genere más empleo, se modernice el aparato productivo, mejore el bienestar de la población y se promueva la creación de nuevas empresas por parte de inversionistas nacionales y extranjeros. Pero además el comercio sirve para abaratar los precios que paga el consumidor por los productos que no se producen en el país.
OBJETIVOS DEL TLC


  • Promover las condiciones para una competencia justa.
  • Establecer procedimientos eficaces para la aplicación del TLC y para la solución de controversias.
  • Fomentar la cooperación trilateral, regional y multilateral, entre otros países amigos.
  • Eliminar barreras que afecten o mermen el comercio.
  • Ofrecer una solución a controversias.



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